Tener 25 años y coincidir por el camino con Carolina Durante debe ser muy estimulante. De hecho, lo es: que se lo pregunten a los 15.000 espectadores, muchos de esa edad o alrededores, que llenaron anoche el recinto Movistar Arena de Madrid. Lo recordarán aquellos que coexistieron en su juventud con los Nacha Pop de Nada puede parar o con Los Planetas de Un buen día. Son grupos que transmiten un sentimiento de pertenencia generacional, que cuentan, hablan y sienten como los de su quinta. Sentirse identificado es inevitable. Y poseen el talento y el privilegio de subir a un escenario y cantarlo.

Carolina Durante comenzó su concierto de anoche con Joderse la vida, donde su vocalista, el carismático Diego Ibáñez, canta: “Me llama mi madre: ‘¿Cómo estás, cariño? Hace meses que estoy preocupada, amor mío, me dice tu hermano que estás deprimido’. / No te rayes, mamá, mañana me cuido”. En el tramo final atacaron Hamburguesas, donde implora: “Porque fuera hay cosas preciosas: hamburguesas, el fútbol, mi madre. / Mis amigos suman más que mis demonios”. En medio, un viaje de una hora y 45 minutos poblado de canciones que capturan el estado de ánimo de una generación, la de los veintitantos, atribulada, preparada y con un futuro desconcertante. Su banda sonora atronó anoche en un buen concierto que pudo ser mejor si no tuviésemos que hablar de los percances técnicos.

Pero hay que hablar de ellos. Cuando se llevaba una hora de espectáculo, unos problemas en los monitores obligaron a detener la música. Fue un anticlímax justo cuando más fogoso transcurría el recital. Los músicos llegaron a abandonar el escenario y salieron 15 minutos después. Luego, les costó un par de canciones enderezar el rumbo. Al final del concierto el bajista, Martín Vallhonrat, se despidió: “Gracias por la paciencia que habéis tenido en este accidentado concierto”.

Hasta el momento de la interrupción todo fue sobre ruedas en un concierto no solo con presencia de integrantes de la generación Z. Aunque eran mayoría, por las gradas se veía a treintañeros, incluso cuarentañeros, sin duda atraídos por el ímpetu, el descaro y la energía que proporciona el cuarteto madrileño, que presenta en esta gira las canciones de su tercer disco, Elige tu propia aventura.

Ocupó el grupo el escenario a las 21.10 horas y se colocó los instrumentos mientras sonada la sintonía de la serie The Office. El escenario simulaba una oficina ortodoxa, con su estantería de archivadores, la impresora, las mesas asépticas, la máquina expendedora de agua y café, la puerta metálica del ascensor… Quizá el cuarteto quiso con esta puesta en escena ironizar sobre algo de lo que se han librado: el cumplimiento de un horario laboral, la monotonía del papeleo, la sumisión al jefe, la rutina burocrática… La jaula, en definitiva. En lugar de ocupar el espacio unos perezosos oficinistas deseando que acabe la jornada, ahí estaban Diego, Martín, Juan y Mario (reforzados por otros dos músicos) atizando vigor a sus canciones guitarreras.

Anoche asistimos a la constatación de la pegada actual en la música española del pop-rock de costuras clásicas, ese que se basa en una columna vertebral que consta de voz-guitarra-bajo-batería, que viene de la escuela de Los Nikis, Siniestro Total o PVP y que vive un momento interesante con bandas como Alcalá Norte, Shego, Depresión Sonora, Cariño, Biznaga o La Paloma. Carolina Durante es la punta de lanza del movimiento. La escena urbana no muestra una curva descendente (tres noches llenó este mismo recinto Quevedo hace diez días), pero es saludable que haya otro estilo pujante.

No es un grupo Carolina Durante que destaque por las virguerías instrumentales. Tampoco lo pretende. Suenan compactos, a veces embarullados, pero siempre siguiendo el camino que dicta la composición. Diego, el vocalista, ejerce de principal reclamo. En ocasiones se maneja con el desdén chuleta de un, digamos, Liam Gallagher. Pero la mayoría del tiempo se maneja dentro de una hosquedad de movimientos que logra que permanezca en el terreno de lo cool. Se mantiene en una pose molona que no haga pensar a la facción indie de su público que se encuentra ante un Dani Martín etapa Zapatillas. Diego está sometido continuamente a arrebatos que le provocan brincar, contorsionarse, dar zancadas marciales, golpearse la cabeza con la mano… Pareciera que alguien estuviera hincándole alfileres a su muñeco de trapo en un ritual vudú. Le falta echar espuma por la boca. Lo sensacional es que no pierde el compás y la potencia vocal en ningún momento.

En la fase final, cuando ya se había calentado de nuevo el recital después del parón, subieron al escenario dos invitados: Barry B, con quien compartieron Yo pensaba que me había tocado dios, y Gara Durán, que hizo de Amaia (la navarra canta en la versión grabada) en Perdona (Ahora sí que sí). Finalmente no apareció la intérprete de Motomani en Normal, tema que los madrileños comparten con ella en el disco. Pero cuando terminaron la canción, Diego se acordó de ella: “Gracias a Rosalía, gracias a la número uno”. El último recuerdo, sin embargo, fue para alguien que se ha convertido en figura reivindicada por los jóvenes actuales. “Gracias a mi madre, que me ha aguantado con este disco lo que no está escrito”, gritó Diego, y se marchó arropado en pancartas y telas con mensajes escritos que le tiraron desde el público.