La noche se había puesto espesa para el Madrid, el Atlético empezaba a hacer caldo con la inestabilidad de los blancos y el público local torcía el morro con lo que veía. Un manto viscoso comenzaba a extenderse por la Castellana cuando el cuerpo menudo de Brahim Díaz desmontó la potente coraza de José María Giménez para anotar el 2-1. No pareció casualidad que los pies finos del hispano-marroquí y Rodrygo protagonizaran los goles blancos. “Ellos han sido los mejores”, aseguró Carlo Ancelotti, que dio por buena “la pequeña ventaja”.

“Nos vinimos un poco abajo con el empate, pero salimos bien en la segunda parte y en cualquier momento te la podemos liar”, afirmó Brahim, que volvió a sacar tajada de otra oportunidad para levantar la mano en un conjunto con excedente de atacantes titulares. Y así se lo reconoció su técnico: “Aprovecha todos los minutos. No se puede decir que es titular indiscutible, pero juega mucho y es importante”, comentó el italiano, que para la vuelta recuperará a Jude Bellingham, sancionado este martes, lo que podría devolver a Brahim al banquillo.

Antes que él fue Rodrygo. El despertador que sacó al Madrid del apelmazamiento en el derbi liguero en el Bernabéu dejó también el primer guitarrazo en la Champions. Hace un mes, los jugadores merengues volvieron de la bronca de Ancelotti en el descanso, que recriminó a los atacantes que hubieran hecho la guerra por su cuenta con movimientos que no estaban en la pizarra, y en ese escenario el primero que espabiló a los suyos fue el brasileño, uno de los grandes temores de Diego Pablo Simeone.

Un elemento indescifrable, como se lo volvió a demostrar en el 1-0. Valverde, el capitán que forzó los músculos para volver a aparecer en escena después de tres partidos en el gimnasio de Valdebebas, mandó a Rodrygo a correr por la derecha, la banda postiza del joven, este se comió en carrera a Javi Galán, ganó el centro del área y soltó un zurdazo al palo más lejano. Fue su gol número 25 en 61 partidos de Champions, su gran territorio, frente a los 32 tantos en 165 encuentros de Liga desde que llegó a España. Una brecha que explica su peso en el Madrid.

Valverde movía los brazos en busca de sangre, pedía que la máquina no se frenara pese a la renta temprana. Y ahí siguió Rodrygo, pinchando por la orilla que menos le gusta pero la que le ha dado la titularidad. Él continuó amenazando y Galán, sufriendo. Dos minutos más tarde, un balón largo de Rüdiger le sirvió al extremo blanco para martirizar de nuevo al lateral rojiblanco.

A todo trapo empezó el Madrid y por la derecha, la orilla contraria a la de Vinicius. Era el momento del Madrid, que, sin embargo, se quedó corto en la embestida. Ya antes del empate, el partido se había ido igualando. Los blancos, sin Bellingham, no encontraban un centrocampista para filtrar balones. La falla resultaba conocida: grandes artefactos en la delantera, pero escasez de medios para abrir huecos en el bosque del Atlético. Camavinga, el sustituto del lesionado Ceballos, dejaba alguna pérdida peligrosa y Ancelotti no se demoró mucho después del descanso en dar vuelo a Luka Modric.

Sin espacios para correr, el Madrid se iba achicando. Ese era el paisaje tras la pausa, hasta que en medio de la neblina halló a Brahim, que le hizo un nudo a Giménez y afinó al palo lejano de Oblak. A la sombra de Jude Bellingham, que estará de nuevo disponible en la vuelta, al ex del City le toca aguardar en la fila. No necesita, sin embargo, mucho foco para producir, pero su sitio en esta plantilla es la sala de espera. En el Etihad, metió el 2-2; el sábado, el 0-1 ante el Betis; y este martes cambió el curso de la noche.

Su aparición rebajó al Atlético, reanimó a los suyos cuando peor les pintaba la cita y fue despedido en el 89 con la gente en pie. “Cualquier detalle marca la diferencia en la Champions. Hicimos un partido completo, el gol fue bueno”, comentó Brahim, que en la celebración de su tanto se dirigió al banquillo de Simeone al grito de “habla ahora, habla ahora”. Al alza Rodrygo y Brahim, la velada de Vinicius y Mbappé, que tuvieron el 3-1 en el descuento, se movió por territorios más sombríos. “Jugar contra la defensa del Atlético no es tan fácil”, justificó Ancelotti.

En el minuto de silencio por la muerte del canterano del Madrid Javier Dorado, un sector de la afición atlético cantó: “Madridistas, hijos de puta”.