Alcaraz tumba a Draper a base de jerarquía
El murciano contiene la efervescencia del inglés (doble 6-4) y aterriza en las semifinales del Foro Itálico tras recuperar el segundo puesto en el ‘ranking’


A la hora de la verdad, las prestaciones de Carlos Alcaraz se disparan y a Jack Draper se le funden definitivamente los plomos. Traían ambos una paliza de aúpa del día anterior, dos horas y media de erosión por cabeza, pero el que luce mejor pedalada y crece conforme se inclina la rampa es el español, vencedor y, por lo tanto, merecedor de la valiosa recompensa: el doble 6-4 firmado ante el inglés (tras 1h 37m) le guía por primera vez hacia las semifinales del Foro Itálico de Roma y, al mismo tiempo, le garantiza el segundo puesto mundial de cara a Roland Garros. No es menor este último detalle, puesto que, recuperada esa condición, evitaría un potencial cruce en París con Jannik Sinner, rey del circuito, hasta la pretendida final.
Tras el desgaste acumulado ante Karen Khachanov, una formidable respuesta de Alcaraz, resolutivo y jerárquico. Le tenía ganas a Draper. De gallos va la historia. El inglés, quinto del mundo y en plena efervescencia, le batió el curso pasado en Queen’s y este año en Indian Wells, de modo que el murciano se imponía una respuesta que llega con formato implacable. Viene a decirle al británico que necesitará de algo más si quiere buscarle las cosquillas sobre tierra y, además, se sabe fuerte con los fuertes; la historia ilumina su promedio en los careos con los cinco mejores (65,6%), superado únicamente por Bjorn Borg (73,8%). Así que alza otra vez los brazos, a la espera de rival para el viernes. Será Alexander Zverev o Lorenzo Musetti.
Las nubes se contienen, pero sopla con fuerza el viento en el Campo Centrale y la humedad y el agua de los días previos han hecho mella en la arena, donde las esquirlas gruesas que han ido formándose estos días dificultan la interpretación del bote. No son las condiciones más apetecibles para jugar, muy lejos de lo ideal, pero uno y otro se lanzan enseguida al cuerpo a cuerpo, sin especular. Aquí no hay miedo, ni por asomo. Los 2000, una generación diferente. Primero golpear y, en todo caso, pedir perdón después. “¡A gusto con la pelea, eh! ¡A gusto!”. “¡Hay que adaptarse lo más rápido posible, aceptarlo!”, le transmite Ferrero a su jugador, que se encuentra enfrente con un tiburón.
Muy a considerar este Draper, de magníficas hechuras y que viene avisando con fuerza. Ya lo hizo en Indian Wells, donde campeonó; ya repitió en Madrid, a pocos centímetros del título; y vuelve a lucir garras en Roma, demostrando que va para camaleón. Al molde de jugador de pista dura le acompaña el instinto británico sobre hierba y un desempeño notable en arcilla, donde se percibe una significativa evolución. Pega duro, pero no rehúye el peloteo ni teme la pausa, el pensar, buscar la variable; tiene personalidad y ante un adversario de la envergadura de Alcaraz propone valentía y llevar la iniciativa, no titubear. Tal vez, eso sí, porque quizá solo exista ese camino.
Cargar sobre el revés
Describen aquellos que han vencido al murciano que la única vía para conseguirlo es el abordaje frontal, acorralarlo y no permitirle reaccionar. Y por ahí se aplica el inglés, decidido y con fe, sin dejarse abrumar por los registros del español sobre arena. Resopla y despacha con la suela el montículo de tierra, como el toro a punto de arrancar, y la arremetida le brinda una rotura que compromete a Alcaraz, por debajo (4-2) y ante un adversario que le saca todo el jugo al saque. Ocurre que al desafío replica el español con todo; es decir, se multiplica al resto, muerde con cada pelotazo, llega a todas —hace la pista pequeña— y sabe adaptarse mejor a la inestabilidad de las circunstancias.

“¡Viento en contra, puedes soltarte!”, le recomienda su técnico. Y se libera, se dispara, se gusta. Controla. Durante la transición del primer al segundo set, por instantes abruma. Cinco juegos seguidos. Set a la hucha y break de partida. Todo le sale. ¡A la carga! Agobios y tempestad para Draper, que encaja dos quiebresy se teme que le engulla la avalancha, que no haya retorno, que esa velocidad de crucero le haga caer en el lodazal, pero que al mismo tiempo, bravo él, no pierde ese ímpetu y ese creer. Claro que sí, c’mon!, se repite a sí mismo el londinense, mientras el retroceso del reloj achucha al español cuando sirve y él tira un zarpazo que le devuelve crédito.
Coincide ese resistir de uno con la pérdida de lucidez del otro, el desorden, los nervios, la precipitación. Se olvida Alcaraz de la apuesta sobre el reverso del inglés e insiste en volcarse sobre la derecha, desviándose así de la ruta idónea hasta que, bien rectificado, oportuna revisión de la receta original, vuelve a percutir sobre ese ángulo que va poco a poco decidiendo el encuentro. Por ahí se escurre Draper, quien acusa sobremanera el impacto: dispone de una triple oportunidad para irse, pero si no es un ace, son los estacazos del murciano los que le privan de ello. Ahora sí, se rompe el pulso. Break en blanco. Y puños en alto. Serio y definitivo, el vencedor subraya su jerarquía.
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