Alcaraz vence a Musetti y accede a la final del Masters de Roma
El español se impone al italiano por 6-3 y 7-6(4) y se enfrentará el domingo al vencedor del duelo entre Sinner y Paul


Carlos Alcaraz disputará este domingo la final del Masters 1000 de Roma tras imponerse este viernes a Lorenzo Musetti por 6-3 y 7-6 (4), tras 2h 02m. El español, de 22 años y tercero del mundo, prevaleció en un duelo muy deslucido y errático, del que salió finalmente salió airoso gracias a su mayor templanza. El italiano, octavo de la ATP, estuvo nervioso de inicio a fin, y se quedó otra vez a las puertas de la final tras haber caído recientemente en las de Madrid. El murciano, por su parte, jugará la 25ª final de su carrera, la octava en un mil. Será en un par de días, frente al ganador del pulso entre Jannik Sinner y Tommy Paul.
No entra Musetti con buen pie al partido, piernas y brazos como flanes y una expresión de encogimiento tan evidente que, a estas alturas de la pelicula, supone demasiadas pistas para el de enfrente. Vantaggio Alcaraz. Con poquito, premio para abrir boca. Ahí hay un pozo de petróleo. Detecta ese agarrotamiento de inmediato el murciano, bayoneta al brazo, mordiendo en cada resto y maquinando el primer empellón anímico de la tarde, que se confirma por medio de la doble rotura (4-1) que sitúa al italiano rápidamente entre la espada y la pared. Ese revés todavía está de siesta, se clava de piernas y no mete un primero, así que hay que ir a por todas; con cabeza, pero a por todas.
“¡Está tensito, ponte duro hasta que la tengas para tirar!”, vocifera desde la esquina Ferrero, confiando en que su chico no deje pasar ese tren. No debería. Vale oro. El Musetti esplendoroso de los días previos —ningún set concedido de camino al duelo— se ha empantanado en el ensimismamiento, como si tuviera un monstruo delante, pensando en exceso, con todo lo que ello supone. El local pierde la naturalidad y se encasquilla. Si no mide mal las distancias y el toque se le queda corto, tira ingenuamente la dejada o replica demasiado estático. Así, de esa forma, imposible para él. Si algo ha demostrado últimamente Alcaraz es que, sin la necesidad de forzarse, extrae tesoros.
Son dos gestos completamente antagónicos. La paz de uno y la angustia del otro. Continúa Musetti dando vueltas por el laberinto, librando una cruda batalla consigo mismo, refunfuñando sin parar. Ni rastro del tenista armónico y eléctrico de la gira, de ese tenis de escuadra y cartabón. Algunos errores son clamorosos. El drive, el revés, la volea y el saque; cortados o liftados; estadística, porcentajes y pizarra, sí. Pero al tenis se compite con la cabeza. Sin necesidad de lucimientos y jugando más bien al trantrán, más allá de un par de caricias deliciosas en la red, Alcaraz ya se ha hecho con el primer set. Por instantes le ha contagiado lo errático del rival, muy feo el pulso, pero remacha.
No es buen síntoma, en cualquier caso, que un adversario tan enredado como el italiano le haya birlado una vez el servicio en esa fase de confusión, ni que repita Musetti al inicio del segundo parcial, cuando ya ha reventado una raqueta contra la arena y ha soltado algo de lastre. Poquito, en realidad; la zozobra continúa. La grada por fin se anima, pero la monotonía y los fallos persisten. Demasiada inestabilidad. A nada que se endurece el punto cae del lado del español, pero Alcaraz se enreda solito. “El viento”, argumenta el ir a coger la toalla. “Desde este lado es más difícil”. Tres juegos y tres breaks, cadena de errores por ambas partes. Más y más desorden, descoordinación. Poco criterio.
Extraño eso de ver a estos dos tenistas excelentes enfangase así, tan imprecisos, tan trabados. Mucho descontrol. E increíble pero cierto: ¿Musetti por delante? Sí, Musetti por delante. 3-1, 4-2. Y eso que sus tiros no hacen daño. Ahora bien, tiene la misma mala cara, resoplidos y más resoplidos. Tensísimo. De seguir así, ese cuerpo va a estallar. Qué tortura. La presión de jugar ante los suyos le está matando porque son unas semifinales de un Masters 1000 y en Roma, en su país, en casa, tan cerquita lo bueno, así que está pesándole demasiado. Caza Alcaraz un revesazo al resto y rompe para equilibrar, 4-4, y toda esa rabia se transforma en un pelotazo que le cuesta otro warning.
Pese a no estar fino, Alcaraz lo gestiona mejor, con más madurez. Al otro lado hay un chico desesperado que se pierde una y otra vez entre la negatividad. Todo le molesta al italiano, obcecado, en bucle: si no es el sol y sombra son las ráfagas, y si no el bote cuando no la bola. Absolutamente todo. Desaires y desánimo constantes. El tenis son golpes, pero también actitud. Y pese a lo deslucido del día ni a llegar a dar con el buen ritmo en todo el partido, torcido este episodio, el de El Palmar propone todo el temple y la entereza que faltan al otro lado de la red. Y eso, ya se sabe, vale un mundo. Tanto como otra alegría, otra final. La primera en el Foro Itálico. A falta de tino, oficio y más oficio.
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