Benjamin Vedrines amenaza ya los récords inhumanos de Ueli Steck en los Alpes
El francés escala con Léo Billon las nortes clásicas de Eiger, Cervino y Grandes Jorasses uniéndolas a pie, en bici, con esquís y en parapente


El pasado 8 de abril, la cara norte del Cervino lucía negra, intimidante y fría. Los alpinistas locales no se atrevían a escalarla, esperando una mejora de las condiciones, tan caprichosas últimamente. Entonces, llegaron los franceses Benjamin Védrines y Léo Billon, dos que se conocen desde la escuela, dos que se han aupado hasta la élite estratosférica de una disciplina que pretenden reinventar. Ambos dejaron la cabaña de Hornli como quien sale a dar un paseo y escalaron la norte en 5 horas y 40 minutos, es decir no precisamente rápido si se tiene en cuenta que un tal Dani Arnold voló por esta vertiente en 1 hora y 46 minutos, en 2015. La relativa lentitud de la cordada debería haber sido un aviso para navegantes, pero no lo fue: al día siguiente varias cordadas se lanzaron tras sus huellas, y hubo accidentes, retiradas al límite y rescates desde el helicóptero.
Védrines y Billon habían escalado, dos días antes, la célebre vía original o Heckmair, a la norte del Eiger, en 4 horas y 10 minutos, en condiciones igualmente delicadas. Finalmente, ambos se midieron, el 11 de abril, a la Colton-McIntyre de las Grandes Jorasses, que sobrevolaron en 4 horas y 20 minutos. Védrines se movió entre los diferentes macizos sin usar coches ni teleféricos, deslizándose sobre sus esquís, corriendo, o en bici por los valles mientras Billon aprovechaba para entrenarse de cara a un proyecto en roca que le aguarda en breve. Ambos despegaron sus parapentes desde la cima de las Jorasses para aterrizar, media hora después en Chamonix y cerrar una trilogía que, según Védrines, “no supone un gran hito alpino, pero sí una intensa y bella aventura humana de seis días de duración, un poco al estilo de la cabalgada tan inspiradora de Kilian Jornet, el verano pasado”. Cierto es que en 2022, la pareja francesa y Seb Ratel firmaron en menos de un mes las ascensiones de tres vías de enorme dificultad en Eiger, Cervino y Jorasses, dejando claro cuál es su nivel técnico, físico y el compromiso enorme que son capaces de afrontar.

Védrines es una bestia del rendimiento, pero también un romántico que ha bebido de la literatura alpina para ponerse en valor frente a los actores del pasado. Sabe perfectamente que fue un tal Gaston Rébuffat el ideólogo de las llamadas ‘seis caras norte de los Alpes’, el primero en escalar las tres más icónicas y complejas (Cervino, Eiger, Jorasses, entre 1945 y 1952) y dejando en un relativo segundo plano las del Piz Badile, Cima Grande Di Lavadero y Petit Dru. Pero Védrines no creció inspirado solo por los héroes de mediados del pasado siglo XX, sino por el gran referente del siglo XXI: Ueli Steck. El suizo asombró al mundo en 2008 con un récord apoyado en imágenes nunca vistas de su cabalgada salvaje por la norte del Eiger, que recorrió en apenas 2 horas y 47 minutos. Siete años después, la máquina suiza rebajó su marca para dejarla en 2 horas y 22 minutos.
El próximo 30 de abril se cumplen 8 años de su muerte en el Nuptse (Nepal), y en todo este tiempo ha madurado una idea, una pequeña locura, en la mente de Védrines. Batir los récords de Steck en las tres caras norte más emblemáticas. “Cierto es que crecí admirando las gestas de Ueli Steck y que siempre he querido ir a ver de cerca cómo eran esas vías donde él corría, cosa que acabo de hacer. Todavía necesitaría regresar y volver a hacerlas para tener más referencias, para sacudirme las incertidumbres y lo desconocido, pero reconozco que tras esta actividad, en mi cabeza estoy más tranquilo”, confiesa el francés.
Resulta curioso que ni él ni Billon hubiesen recorrido antes estas vías clásicas, referentes que en su día juzgaron menos interesantes que los itinerarios más severos estrenados a posteriori.
Lo que para la inmensa mayoría de los alpinistas resultaría un proyecto inasumible, para Védrines ha resultado una historia sencilla, un homenaje a los valores de la cordada, a la historia del alpinismo y a la libertad de crear un relato propio en unas montañas cargadas de literatura. “Para mí, este viaje ha sido pura libertad. Avanzar, sencillamente, con la fuerza de mis piernas, llevado por la amistad, el deseo y la historia del alpinismo. Una forma de desnudez que concedía una mayor intensidad a las norte que he disfrutado con mi amigo Léo”, confiesa.

Cada año, Védrines y Billon, que se conocieron en la escuela, tratan de completar un proyecto juntos, perpetuar su peculiar historia de amistad tratando al mismo tiempo de reinventar la manera de entender el alpinismo sin renegar de sus fundamentos: el aspecto humano debe prevalecer por encima de cualquier otra justificación. “Creo que el alpinismo en nuestros Alpes no ha muerto. Hace falta echarle imaginación, pasión y valentía para inventar una forma propia de hacer las cosas”, considera Védrines. Todo esto unido a una capacidad física y técnica que remite directamente a las enseñanzas de Ueli Steck cuyos récords serán examinados de cerca por un francés cuya producción de hazañas y retos parece inagotable.
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