El trail encuentra un escaparate único en la Gran Muralla China
Los kenianos Patrick Kipngeno y Caroline Kimutai vencen en el nuevo escenario de las Golden, la carrera tortuosa de 24 kilómetros entre escalones de todos los tamaños


¿Cuentan unas escaleras centenarias empinadas como el demonio como carrera de montaña? El estreno del trail en la Gran Muralla China sirve un par de estampas dignas de las grandes carreras: aficionados coreando el lento ascenso de los corredores, conscientes de que la siguiente torre de vigilancia será solo una más de un recorrido tan tortuoso como épico. Las Golden Trail World Series desembarcan en un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco para exportar a nivel mundial un deporte minoritario. Y de paso, han creado otra carrera de aúpa, con más de 1.900 metros de desnivel positivo en 24 kilómetros. El circuito sigue buscando fórmulas para combatir el auge de los kenianos, pero no sucumbieron a un trazado minado, el trono de un veterano como Patrick Kipngeno y de una recién llegada como Caroline Kimutai.
Las Golden eligieron la muralla de Jinshanling porque está a 130 kilómetros al noreste de Pekín, unas dos horas y media en autobús, más lejana que otras. Por eso no es un lugar masificado y las autoridades locales han puesto una alfombra roja. No solo es una de las mejor preservadas, sino que el nombre significa montaña dorada. Un matrimonio claro. Este paraíso de la fotografía está en la provincia de Hebei y tiene 10,5 kilómetros, de los que algo menos de seis están abiertos a los visitantes. Y a los corredores. Fue construida hace 650 años por la dinastía Ming; una tarea que llevó 31 años, entre 1368 y 1389, aunque fue reconstruida después entre 1567 y 1570. Hay 67 torres de vigilancia, más o menos una cada 150 metros.

El monumento es parte del ADN de la cultura china, su método para mantener a raya al invasor, sobre todo, mongol. “Para mí, la muralla significa perseverancia”, resume Miao Yao, la estrella del trail chino, que convirtió la presentación de la víspera al evento, un acto discreto en otros puntos del planeta, en una fiesta. Cuando el circuito anunció la carrera meses atrás, planteó un menú en teoría asequible de 1.500 metros de desnivel positivo, pero cuando los atletas reconocieron el circuito entre el martes y el miércoles descubrieron 400 más, de propina: será que el GPS no calcula el ascenso entre escalones de artesano, cada uno con su tamaño, desde la casi planicie a rozar con la tibia para escalarlos. Esto obliga a decidir cada segundo cuánto alargar la zancada: cuántos sortear en cada paso, si compensa correr o es mejor andar. Una tensión que agota las fuerzas y la vista, necesaria para los atajos: superarlos por un estrecho flanco evita bajar y subir para seguir avanzando. “Apreciad el privilegio de correr en este monumento. Espero que honréis la carrera, aunque sea dura”. Así cerró el director del circuito, Greg Vollet, el briefing previo.

Como los seis kilómetros de muralla están en la primera mitad de carrera, el consejo era guardar fuerzas para lo que viniera después. Allí llegaron agrupadas las mujeres, pero las kenianas encendieron la moto. No solo Joyce Njeru, la vigente ganadora de la general, sino dos versiones que amenazan con mejorarla. Kimutai y Joyline Chepngeno, ganadora el año pasado en la catedral de Sierre-Zinal y en la final, aterrizaron en Pekín el jueves por la noche tras un viaje retrasado por los permisos de vacunación, pero dio igual su falta de aclimatación: un par de entrenos suaves y al lío. Encarecieron la victoria en el avituallamiento del kilómetro 12, el principio de la verdadera trampa: un perfil de sierra afilado hasta la médula, una macedonia de subidas cortas con pendientes criminales que cuesta siquiera medir. En parte porque no da tiempo: apenas 200 metros y mismo tobogán hacia abajo, con tierra áspera por la falta de lluvia que no permite frenar. Pura Kenia.
Ese campo abierto de cuestas entre cintas naranjas muestra las distancias, que no fueron abusivas. Ganó Kimutai en 2h39m14s; a 2m12s llegó Chepngeno, un podio que cerró Madalina Florea a 3m59s, la silueta que veía Sara Alonso, que acabó cuarta a 5m04s y sale del doblete asiático como líder de la general tras ganar en Kobe. La perseverancia solo valió a Miao, que no escondió la misión nacional de pelear la victoria, para ser quinta, mientras Njeru se retiró por problemas estomacales. Malen Osa se quedó en la muralla tras un día cruzado entre calambres y caídas al que, a diferencia de Japón, donde fue tercera, no pudo dar la vuelta.

Patrick Kipngeno, que sujeta su trofeo como vencedor mientras espera que un trenecito turístico le conduzca de vuelta al hotel, habla del recorrido más duro de su vida. El ganador de las cuatro carreras de las Golden en Asia desde su desembarco en 2024 tiró de experiencia para dejar que la nueva generación, la de Timothy Kibett y Samwel Kiprotich, explotara después de la muralla para ponerse en cabeza en el kilómetro 14 y no mirar atrás, un registro fugaz de 2h13m05s. Le siguió su escudero, Philemon Kiriago, que repitió el segundo puesto de Kobe, esta vez a solo 37s. Tercero fue el suizo Joey Hadorn, que dio una clase magistral bajando escaleras y llegó a 58s. La dureza de las pendientes y las fuerzas justas tras batallar seis días atrás en Japón generó una lucha apretada. Aitor Blanco (15º) y Fabián Venero (16ª) fueron los mejores españoles tras un top-10 con cinco kenianos.
En la muralla no se ganaba la carrera, pero sí perdía. Y era el motivo de todo, un sueño que los kenianos hicieron suyo. Alucinaban los turistas viéndoles volar en media hora por un recorrido que las agencias turísticas estiman en tres. También los vendedores de los puestos de bebida y recuerdos que copan casi cada torre de vigilancia, entre escalones en los que casi no cabe un pie. Imaginen su catedral de referencia y añadan a atletas de élite corriendo por esos escalones como si fuera un jardín. El circuito, que ha firmado este un acuerdo con el Warner Bros para explotar el deporte a nivel global, quizás haya dado con su pelotazo. Porque esos frikis que recorren montañas han conquistado un escenario tan conocido como la luna.
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