Tras reiterar su “apoyo inquebrantable a Ucrania”, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró el pasado jueves en Bruselas que “España, lógicamente, será parte de la solución y no renunciará al papel que tiene que jugar en el escenario europeo”. Fuentes gubernamentales admiten que, después de que Sánchez viajara a Kiev el 24 de febrero, en el tercer aniversario de la invasión rusa, y participara en las reuniones de alto nivel celebradas en París (17 de febrero) y Londres (2 de marzo), además de los consejos europeos, España no puede ponerse de perfil. Si finalmente hay una misión militar europea sobre el terreno en Ucrania, tras un acuerdo de paz con Rusia, España tendrá que contribuir de una u otra forma a la misma, admiten las mismas fuentes.

Sin embargo, a diferencia del Reino Unido, Francia o Dinamarca, España ha evitado hasta ahora anunciar el envío de tropas. Su posición es la de “esperar y ver”, según una alta fuente de Defensa. La primera razón, según ha explicado Sánchez, es que tal anuncio se considera “prematuro”, pues las bombas rusas siguen cayendo sobre Ucrania y no hay signos de que Vladímir Putin esté realmente dispuesto a firmar la paz. “En este momento, la prioridad es ayudar a [Volodímir] Zelenski a que llegue a la mesa de negociación lo más fuerte posible y no especular sobre lo que sucederá cuando callen los cañones”, alegan las mismas fuentes. Pero esa no es la única razón de la cautela española.

Fuentes militares advierten de que no se sabe todavía de qué tipo de misión se está hablando, cuál será su mandato, su cobertura legal, su cadena de mando o sus reglas de enfrentamiento. En el Ministerio de Defensa, explican las mismas fuentes, se trabaja sobre la base de escenarios muy diferentes.

El primero de ellos es que, tras un acuerdo de paz o alto el fuego, se ponga en marcha una operación para verificar su cumplimiento. Esa misión se encargaría, entre otras funciones, de facilitar el intercambio de prisioneros y verificar la distancia de separación de tropas y equipos militares respecto a una línea de contacto desmilitarizada. Además, investigaría cualquier violación del alto el fuego, identificando al responsable y denunciándolo. ¿Ante quién? Esa es la primera incógnita: ante una organización internacional o ante un grupo de países garantes del acuerdo.

Una operación de ese tipo ya ha existido. Fue la Misión Especial de Observación de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) para Ucrania, la más importante de la historia de una organización que agrupa a 57 estados, incluido Rusia. Con más de 1.300 observadores, se puso en marcha en 2014 y se cerró en marzo de 2022, tras la invasión de Ucrania. España ya participó en ella y volvería a hacerlo si se reactivara. El problema es que esta misión no pudo evitar el ataque ruso ni garantizaría que no se repita en el futuro.

El segundo escenario que se baraja es el traslado a territorio ucranio de la Misión de Asistencia Militar de la UE (EUMAM Ucrania), establecida en 2022 y prorrogada hasta noviembre de 2026. Su objetivo es instruir a los militares ucranios, de los que ya se han formado más de 70.000 en distintos países europeos, el 10% de ellos en España. Trasladar la misión a Ucrania multiplicaría su eficacia y aceleraría el fortalecimiento de sus Fuerzas Armadas para que pudieran hacer frente a un ataque ruso. Los centros de instrucción se ubicarían lejos de la línea de frente pero, aun así, deberían contar con protección, especialmente antiaérea. “¿Qué pasaría si Rusia ataca uno de esos centros y mata a un grupo de instructores europeos? ¿Se respondería?”, se preguntan fuentes militares.

Disuasión sin artículo 5

Esa pregunta conecta con el tercer escenario, del que más se habla en las últimas semanas. Se trata de que los países europeos no solo desplieguen tropas en Ucrania para instruir a sus militares sino para disuadir a Rusia de atacar de nuevo. El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han puesto sobre la mesa un plan para desplegar 30.000 soldados, además de exigir el inmediato cese de los ataques aéreos, marítimos y contra infraestructuras críticas. Esta cifra se queda muy lejos de los 150.000 que pide Kiev, pero fuentes militares advierten de que, para mantener 30.000 efectivos sobre el terreno, se requieren 90.000 debido a los relevos y otros 30.000 en tareas de apoyo. Los países limítrofes de Rusia, como Polonia, han dejado claro que no enviarán a ni un soldado, pues los necesitan para proteger sus propias fronteras. España, con 3.000 ya desplegados en el Este de Europa, tiene “muy poco” donde rascar, según otra fuente militar.

Se da por descontado que Rusia no admitiría una misión de la OTAN en Ucrania y hay dudas de que la UE pueda actuar debido al posible veto de Hungría, por lo que se abre paso la idea de una “coalición de voluntarios” encabezada por Francia y Reino Unido. Pero, advierte un alto mando aliado, sin el apoyo de la OTAN, los países europeos tendrían que cubrir sus graves carencias en materia de comunicaciones, inteligencia o defensa antiaérea. Con todo, reconoce, no es ese el mayor problema.

Con el despliegue de tropas europeas en su territorio, el presidente ucranio busca la garantía de seguridad que el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, se niega a darle. Su presencia en Ucrania tendría así un efecto disuasorio, como lo tiene el despliegue de la OTAN en el flanco Este: la brigada multinacional que dirige España en Eslovaquia no tiene potencia para resistir un ataque ruso, pero muestra la voluntad de los aliados de acudir en su ayuda si fuera atacada. Del mismo modo, los 30.000 soldados europeos serían muy pocos frente a los más de 600.000 rusos desplegados en Ucrania, pero mostrarían el compromiso de Europa con su defensa.

La diferencia, explican las fuentes consultadas, es que Ucrania está fuera de la OTAN y el artículo 5 del Tratado de Washington (que garantiza la defensa mutua) no cubre su territorio. Es decir, EE UU no tendría por qué ayudar a Francia, Reino Unido o España si sus soldados fueran atacados en Ucrania. La garantía de seguridad que pide Zelenski para su país no la tendrían los europeos que le ayudaran. Por eso, el británico Starmer y la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, condicionan el envío de sus soldados a tener el respaldo de Washington.

Esta es la cuestión central, pero no la única. También falta por conocer la cobertura jurídica; se sabe que habrá una petición de ayuda del Gobierno de Kiev, pero esta podría completarse con la resolución de alguna organización internacional, preferentemente la ONU, si Rusia no la veta. Además de las misiones señaladas hay otras necesarias, como el desminado del mar Negro, pero la viabilidad de todas ellas dependerá de los términos del hipotético acuerdo de paz.

Este martes, el jefe del Estado Mayor de la Defensa español, Teodoro López Calderón, participará en París en una reunión de los máximos mandos militares de los países de la OTAN y la UE. La cita estaba prevista hace tiempo, pero ha tomado una nueva dimensión, y se espera que intervenga el propio Macron y los ministros de Defensa de Francia y Alemania. Con la información que salga de París, Sánchez acudirá el jueves a la ronda de consultas con los portavoces de los grupos parlamentarios. Será solo un primer sondeo, pues el Gobierno no podrá enviar tropas a Ucrania sin permiso del Congreso y uno de sus socios, Podemos, ya le ha adelantado su rechazo. Previamente, el presidente viajará a Luxemburgo y Finlandia, país este último que se ha incorporado a la OTAN por temor a que el apetito de Putin no se sacie con Ucrania.