Manaslu 1975: 50 años del primer ochomil español
Este sábado se cumple medio siglo desde que Jerónimo López y Gerardo Blázquez conquistaran la primera montaña de 8.000 metros para España. Ambos alpinistas recuerdan en EL PAÍS aquel gran hito


España pisó la Luna hoy hace 50 años. El 26 de abril de 1975, el gallego Jerónimo López y el madrileño Gerardo Blázquez conquistaron el Manaslu (8.163m) y se convirtieron en los primeros alpinistas españoles en dejar su huella en la cumbre de un ochomil. Medio siglo después, convertido el Himalaya en parque de atracciones en lugar de tierra de aventuras, los dos escaladores conservan un recuerdo imborrable de aquellos días. Y ambos reviven en EL PAÍS la gesta que entonces suponía adentrarse en la gran cordillera sin apenas información, unos intrépidos rumbo a lo desconocido. “Como si fuéramos al espacio”, resume Jerónimo.
En aquella España que agotaba el franquismo, las grandes montañas del planeta pertenecían a otro mundo. Cuando un grupo de 12 alpinistas partió en la primera expedición española a un ochomil, el mismo Manaslu en 1973, habían transcurrido 23 años de la conquista del primer ochomil, el Annapurna de Maurice Herzog y Louis Lachenal; 20 de la ascensión de Edmund Hillary y Tenzing Norgay al Everest; nueve desde que cayera el último de los 14 gigantes, el Shisha Pangma; y Reinhold Messner sumaba dos ascensiones sin oxígeno artificial en su camino al olimpo.

Después de la devastación de la Segunda Guerra Mundial, el ochomilismo era una carrera entre países por la propaganda de una bandera en lo más alto. Cada nación se enamoró de un destino. Inglaterra apuntaba al Everest, el Nanga Parbat era el desvelo de alemanes y austriacos, e Italia miraba al K2. Francia superó a todos en el Annapurna. ¿Y España? Enfrascada en su particular pelea. Los catalanes Josep Manuel Anglada, Jordi Pons y Emili Civis rompieron la barrera de los 8.000 metros en 1974 al coronar el Annapurna Este (8.026m), no la cima principal (8.091m); las expediciones madrileñas habían abierto la vía un año antes, cuando alcanzaron los 6.300m en el Manaslu, e hicieron historia en 1975; los vascos se apuntarían el Everest (Martín Zabaleta, 1980).
“El 73 fue un intento muy pionero porque era la primera expedición de España a un ochomil y buscar la información era muy laborioso. No pudimos subir a la cima por las avalanchas y el mal tiempo, y volvimos en el 75. Era muy distinto a lo de hoy en día”, cuenta Jerónimo López. “No sabíamos nada y no había agencias en Katmandú que te lo arreglan todo como ahora. Las dos veces invitamos a un alpinista a dar una conferencia en Madrid y le sometíamos a un tercer grado durante dos días. Hace 50 años vino Messner, que había hecho cumbre poco antes”, añade.

López partía como el más joven del grupo, un estudiante de 23 años de Geológicas en la Universidad Complutense de Madrid. Jaime García Orts era el jefe de los aventureros: Luis Bernardo Durand, Salvador Rivas, Miguel Ángel Gallego, Luis Méndez, Mariano Arrazola, Miguel López, Alfonso Arias, Gerardo Blázquez, Fulgencio Casado y Carlos Soria (hoy hombre récord a los 86 años) completaban la familia. “Rompíamos con lo normal. En aquella época la gente se entrenaba solo cuando subía, pero nosotros hacíamos esquí de montaña, travesías de fondo, participamos en el primer maratón de Madrid…. Quedábamos a las seis de la mañana en la Casa de Campo, corríamos y nos íbamos luego a nuestros estudios o trabajos. El alpinismo no era un deporte popular. Los medios de comunicación no se ocupaban, no había retorno, las marcas no invertían. Llevaba años conseguir el dinero de la federación, los clubes de montaña y el Consejo Superior de Deportes. Nuestra expedición costó cuatro millones de pesetas. Vendimos sudaderas y nos inventamos la Operación Postal. Amigos y conocidos aportaban cantidades pequeñas y les mandábamos una postal firmada desde Katmandú. Así fuimos al Himalaya”, recuerda Jerónimo. “El 73 había sido un bautismo. Si en el 75 no subíamos ya no podríamos volver. No hubiéramos conseguido más dinero”, apunta el otro héroe de aquella ascensión, Gerardo Blázquez.
Salvador Rivas y Miguel López firmaron el primer ataque a la cumbre, pero el cansancio les venció en el tramo final, desde el campamento V, a 7.500m, hasta la cima. También había cedido el paso Carlos Soria después de equipar con cuerdas fijas esos metros decisivos. Era la oportunidad de Jerónimo y Gerardo. Les acompañaba el sherpa Sona Wolang, tan asustado por la peligrosa ubicación de las últimas tiendas de campaña que la primera noche durmió atado a ellos. “No teníamos ninguna previsión del tiempo. La siguiente noche salimos de la tienda a las tres de la mañana. El cielo estaba lleno de estrellas que brillaban con toda su fuerza. Era el momento”, revive Gerardo. Y Jerónimo completa el relato: “En el camino hacia la cumbre vimos un bulto oscuro en la nieve. Era el cuerpo de uno de los compañeros de Messner de la expedición anterior. Estaba tumbado boca abajo, con la capucha puesta. Nos quedamos muy impactados. Ni lo tocamos. El sherpa quería hacerle una foto y no le dejamos. Seguimos hacia la cima, pero a esa altitud la mente va más lenta. En nuestra cabeza no parábamos de darle vueltas a aquella imagen. Luego a la bajada nos serviría de referencia en el camino”.

Durante ocho horas desde que abandonaron la tienda solo miraron hacia arriba, alimentados por un pesado equipo para respirar oxígeno artificial. Y por fin, la cumbre. “Sentí alivio por no tener que subir más y preocupación por tener que bajar”, explica Jerónimo; “contrariamente a lo que la gente piensa, en la cima no hay un desparrame de alegría. Nos quedaban horas de descenso. Sabíamos que aquello no se había acabado. La felicidad fue volver a ver a nuestros compañeros. Éramos un equipo”. “Estuvimos media hora arriba. Comimos turrón y bebimos té”, recuerda Gerardo.
La noticia de la hazaña tardó unos 10 días en llegar a España. “Entonces era una actividad sin espectadores, no como ahora que se retransmite todo casi al instante. Usábamos un mail runner, un porteador joven y veloz que llevaba nuestras cartas a Katmandú y recogía las que nos llegaban a un buzón allí. Aquí tuvo una repercusión moderada, pero para mí fue algo único”, afirma Jerónimo. El alpinista gallego siguió visitando las cumbres: en 1978 participó en la primera escalada española a The Nose, en el Capitán de Yosemite, un año después también fue pionero en el Karakórum, subió al Everest en 1988 y presidió el Comité Científico para la Investigación de la Antártida. El gran jefe polar, una eminencia mundial. La montaña vive en él y estos días, a los 73 años, ha regresado al Himalaya para conmemorar el medio siglo del Manaslu con las ascensiones a dos seismiles, el Larkya y el Saula Peak. En ese viaje iba a seguirle Carlos Suárez, el precursor del salto base fallecido hace unos días mientras grababa una película sobre su vida.

Gerardo Blázquez tiene hoy 80 años y vive en un pueblo en Cataluña. Las montañas permanecen lejos de sus piernas pero no de su corazón. Aquella gesta de 1975 la narró en un capítulo del libro Himalayismo español, un recorrido por los hitos de un alpinismo que hoy hace 50 años pisó la Luna.
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