Muere Hugo ‘El Loco’ Gatti, el arquero que hizo sonreír al fútbol argentino
El ídolo de Boca Juniors, de 80 años, contrajo una neumonía de la que no pudo recuperarse


Hugo Orlando Gatti, El Loco, ha muerto este domingo en Buenos Aires a los 80 años. Levaba dos meses ingresado en un hospital público de la capital argentina por una operación de cadera que se complicó y derivó en una neumonía. Su muerte es también la de un estilo. Con su larga melena, que ceñía con una vincha, su cuerpo flaco y desgarbado y un estilo atrevido y muchas veces temerario cada aparición de El Loco era un espectáculo que daba alegría a las tribunas. Cuando se retiró, a los 44 años, tenía el récord de partidos disputados en la primera división argentina, con 765, y de penales atajados, con 26, el más recordado aquel que en 1977 le desvió a Vanderlei, del Cruzeiro, y que le dio a Boca Juniors su primera Copa Libertadores. Durante sus últimos años se radicó en España, pero solía volver a Buenos Aires porque, decía, odiaba el frío y se refugiaba en el verano austral.
Gatti le quitó solemnidad al puesto de arquero en una época donde, al menos en Argentina, el modelo a seguir era el de Amadeo Carrizo, quien fue también su maestro. El Loco jugó en Atlanta, River, Gimnasia y Esgrima La Plata y Unión de Santa Fe, hasta que llegó a Boca y su carrera despegó. Con la banda amarilla ganó el bicampeonato en 1976, dos Libertadores y una Copa Intercontinental frente al Borussia Monchengladbach.

Cuando ya era un ídolo sin rivales en Boca, César Luis Menotti lo convocó para la selección argentina poco antes de Mundial de 1978. Tras una victoria memorable en un amistoso ante la Unión Soviética, Gatti se ganó el apodo de El León de Kiev. Para su desgracia, una lesión en la rodilla lo dejó fuera del equipo que luego sería campeón del mundo. Su puesto fue ocupado por Osvaldo Pato Fillol, quien este domingo lo despidió con “un eterno abrazo de arco a arco” desde sus redes sociales.
Hasta siempre, querido Hugo. Hoy nos dejó un verdadero grande del arco argentino y sudamericano.
Siempre en mi corazón y en el de toda la familia Fillol.
Mucha fuerza a sus hijos Lucas y Federico y al resto de sus familiares.
Eterno abrazo de palo a palo, amigo y colega. pic.twitter.com/GshiJyRoUt— Ubaldo Fillol (@ubaldofillol) April 20, 2025
Fillol, en River, y Gatti, en Boca, representaron durante los setenta y ochenta dos formas antagónicas de entender el fútbol en Argentina. El primero era serio, metódico y un atleta completo. El segundo era excéntrico y desfachatado, vestía ropa estrafalaria y un provocador dentro y fuera de la cancha. Su bravuconada más recordada fue contra Diego Armando Maradona, el 31 de octubre de 1980. En la previa de un partido ante Argentinos Juniors, vaticinó que Maradona nunca sería una gran estrella porque no podría “contener su tendencia a ser un gordito”. Diego le metió en ese partido cuatro goles y asunto cerrado.

Cuarenta años después, El Loco volvió a hacer de las suyas, esta vez desde Madrid y contra Lionel Messi. Gatti disfrutaba de ir a contracorriente y como panelista del Chiringuito de Jugones, la tertulia deportiva de Josep Pedrerol, defendía su predilección por Cristiano Ronaldo. Para completar su herejía hacia el argentino, tras la conquista del Mundial de Qatar solía decir que Messi había hecho poco y nada en el campo de juego. “Hizo más Di María que él”, solía repetir, seguro del impacto mediático de sus opiniones.
La vida de Gatti es un amplio listado de anécdotas. Jugó dos partidos amistosos como delantero de Boca, al grito de “permiso que juega el maestro”. No ocultaba que antes de pisar el césped tomaba “dos copas de vino” para mantener, decía, “el swing” y “perder el cagazo” que sentía ante los grandes eventos. Cuando tomaba la pelota bajo los tres palos, las tribunas se paralizaban esperando alguna locura. Prefería atajar lejos del arco y le gustaba salir jugando, una estrategia muchas veces exitosa, pero tan arriesgada que lo llevó a cometer graves errores. Uno de ellos le costó la carrera. El 11 de septiembre de 1988, Boca disputaba como local la primera fecha ante Deportivo Armenio. Gatti salió fuera del área para cortar al delantero, falló y el partido terminó 0-1. Durante la semana, el técnico José Pastoriza le dijo que Navarro Montoya ocuparía su lugar en el partido siguiente, contra River Plate.
El Loco se equivocó al pensar que la decisión de Pastoriza era solo un castigo a su osadía: no jugó nunca más. Tenía 44 años y se fue de Boca esperando en vano la oferta de algún equipo grande. Tuvo que esperar diez años, hasta 1988, para que Boca le organizara un partido de despedida en La Bombonera, el mítico estadio que lo había convertido en leyenda.
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